-Mi padre solia decir que él creía en seis cosas imposibles antes de desayunar… - dijo finalmente Alicia.
El Sombrerero asintió enérgicamente una y otra, haciendo saber a la joven que no lo había olvidado. Haciendo un gracioso gesto se puso a contar con los dedos de su descolorida mano:
- Uno: hay una poción que te puede hacer encoger; dos: y un pastel que te puede hacer crecer; tres: los animales hablan; cuatro: los gatos pueden desaparecer; cinco: hay un lugar llamado País de las Maravillas, y seis: puedes matar al Jabberwocky… - fue diciendo el Sombrerero como un niño que recita la lección ante el maestro.
- Te falta una… - dijo Alicia sin apartar sus ojos de los de Tarrant.
El Sombrerero la miró extrañado: era cierto que estaba loco, desquiciadamente loco, pero juraría que había oído que eran seis y no siete las cosas imposibles en las que Charles Kingsley creía antes de desayunar.
- Yo creo en una más… - siguió diciendo la joven rubia con seguridad - Siete: puedo pedirle al que llaman Sombrerero Loco que se quede conmigo… Porque no puedo imaginar mi mundo sin él.
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